Muchos historiadores señalan que si el relato global de la dominación árabe en el sur de la Península lo fue de una fuerte presencia, el escrito por los moriscos, aquellos árabes que, pese a la conversión forzosa al cristianismo, siguieron de puertas adentro fieles al Islam, lo será de una gran ausencia. En Petrer, la gran ausencia se cumplirá tan a rajatabla como ocurrirá en el resto de localidades. En 1609, el municipio quedó literalmente vacío.
Después de que Felipe III (1578-1621), El Piadoso, decidiera expulsar a la práctica totalidad de la comunidad morisca, y de paso conseguir que Estado e Iglesia se hicieran cargo de los bienes no transportables, los inmuebles, solo quedaron siete familias de las 240 que habían poblado la entonces villa. Un descenso demográfico tan brusco en una sociedad agraria es obvio que tuvo catastróficas consecuencias. Más cuando Elda (Petrer pertenece desde el XVI al condado de Elda, 1577-1837) sufrió de idénticos males.
De 240 familias, solo se salvaron siete
Conversiones forzosas
Cultura, técnicas, infraestructuras: la sociedad árabe había decidido domeñar la sequía y hacerse amiga del agua. Los campos sedientos se tornaban vergeles. Pero quienes estaban a cargo de ellos pasaron de pagar impuestos al correspondiente gobernador (el cadí, juez que ejercía de primer poder inmediato: alcalde, gobernador o señor) a prácticamente trabajar para los nuevos señores cristianos, que además no verán con buenos ojos a quienes piensan que pueden unirse al imperio turco o a los piratas berberiscos.
La conversión forzosa al cristianismo había sido impuesta por los Reyes Católicos el 14 de febrero de 1502 en la Corona de Castilla y a partir de 1526 en la de Aragón, debido a que las Cortes habían ido retrasando esta última. Petrer, tras haber formado parte del Reino de Murcia (siglo XIII-1833, con la división provincias y regiones emprendida por la regente María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, 1806-1878), desde la Sentencia de Torrellas (1304) y el Tratado de Elche (1305) pasa a la Corona de Aragón.
Petrer pasó a depender del Reino de Valencia
Expulsados del Reino de Valencia
La Corona de Aragón (1164-1707) estaba formada por los Reinos de Valencia, Aragón y Mallorca, más el Principado de Cataluña. Pues bien, Petrer, tras su adscripción a Murcia-Castilla, pasa a depender lógicamente del Reino de Valencia, donde los moriscos (que, al cabo, son habitantes nacidos aquí, y sus padres, y sus abuelos) suponen, tirando a lo bajo, más de un tercio de la población total.
Consiguieron resistir en su tierra natal hasta el citado año 1609, cuando el veintidós de septiembre Felipe III decide la expulsión de todos los moriscos del Reino de Valencia (solo se salvarán las familias donde él sea cristiano viejo, o sea sin antepasados muslimes o judíos, y ella morisca; si él era el morisco y ella cristiana vieja, ella podía quedarse, él no). Más de un cuarenta por ciento de la provincia alicantina estaba llamada a vaciarse.
El gran exilio
Se les dio a los moriscos tres días para abandonar su vida anterior, con lo puesto y aquello que pudieran cargar, sin esconder o quemar nada, bajo pena de muerte, en caso de hacerlo. Y se les obligó a pagar el embarque. Todo lo que no pudieran llevarse quedaba en manos de los señores cristianos, en primera instancia, y de Iglesia y Estado, finalmente. Desde los puertos alicantinos de Dénia y Alicante, el castellonense de Vinaroz y el de Valencia partieron a un irreversible destierro más de 135.000 personas.
En la provincia, aparte de Petrer, resultaron también muy afectadas demográficamente Crevillent, Elche, Elda, Monòver y Novelda. No sirvió intentar escapar por el interior: se vigiló una deportación masiva que se transmitió sucesivamente, como un dramático cablegrama, a Andalucía, el interior castellano, Aragón, Cataluña y Murcia. Cuando todo acabó, quedaba en muchos sitios el vacío. A veces la nada, como por ejemplo ocurría con alquerías desperdigadas, como en lo que hoy es Benitatxell y entonces los caseríos de Albiar o Abiar y de Benitagell.
Fue repoblado con personas de la Foia de Castalla
Repoblaciones de urgencia
Para 1613 la situación, tan celebrada entonces en las alturas mandatarias, resultaba terrible a pie de huerta, así que tocaba repoblar. En el caso de Petrer, vinieron familias desde la Foia u Olla de Castalla, en especial de Biar, la propia Castalla y Onil. Se explica así la regla, no siempre cumplida, en la Comunidad Valenciana de que de castillos árabes germinen poblaciones valencianohablantes. Queda añadir de que también arribaron futuros petreríns desde Mutxamel y Xixona, cuyo producto emblema, por cierto, el turrón, posee claro origen árabe.
La Carta Puebla o `carta de población´ se encargó de dejar claras las bases económicas de asentamiento, o sea, el contrato entre señor correspondiente y los colonos. Familias procedentes de Agost o Sant Vicent del Raspeig se unieron a la repoblación. Pero en la Península, en torno a las 320.000 personas habían tenido que abandonar su vida, también la de buena parte de sus antecesores. Dejaron, eso sí, técnicas, arqueologías, topónimos y palabras. Quizá hasta lo que por entonces llamaban alma.