Los fastos de 1995, cuando el Milagro de la Lágrima, del uno al ocho de marzo, llegaba nada menos que a su 450 aniversario, brillaron y hasta gozaron de su libro de cabecera, titulado ‘450 Aniversario del Milagro de la Lágrima (crónica de una efemérides)’, con textos de Manuel Climent, veterano especialista en el vivir mutxameler.
Se trata de una conmemoración que articula el alma del municipio, en cierto modo crecido, desde que sembró sus primeras piedras, alrededor de iglesia arciprestal de El Salvador.
¡Loreto!
Es la Virgen de Loreto, tan arraigada que si gritas “¡Loreto!” te responderán muchas voces. El propio templo, del XVIII pero adosado a una torre gótica, el campanario, del XVI, acoge en su seno esta devoción, la de una sociedad que vivía del campo, de los humores del cielo, de lo que causen por carestía o exceso, y que se sintió correspondida en su veneración.
En 2020 se llegaba al 475 aniversario, y se pudo celebrar, por poco: el quince de marzo comenzaba una película de terror.
Aquel día de 1545 finalizaba una contumaz sequía
La pertinaz sequía
Al menos ese año se pudo conmemorar con todos los honores, antes de que comenzase el confinamiento por la covid-19. Abría el veintiuno de febrero una conferencia de Assumpció Brotons, cronista oficial, a la que seguía una exposición hasta el ocho de marzo, cuando terminan los actos conmemorativos.
El resto, desde el uno, el día del Miracle de la Llàgrima, era el tradicional: rogativa con salida y regreso de la iglesia, ofrenda, misas, procesión, novena diaria desde el veintinueve de febrero al ocho de marzo y finalmente, el ocho, la Huitava (por ‘huit’ o ‘vuit’, ocho) de la Mare de Déu de Loreto.
¿Cuál es el origen de todo ello? En el año 1545 la sequía azotaba la llamada huerta de Alicante, en la que se inscriben los entonces secos bancales mutxamelers. Así que decidieron marchar hasta el monasterio alicantino de la Santa Faz (el segundo jueves tras la Semana Santa, y de hecho el uno de aquel año tocaba tal día de la semana). Y entonces sucedió.
Se la adora también en Santa Pola y Monforte
Bautismos para una virgen
A la vuelta, el presbítero Llorenç Boix, que llevaba el lienzo que representaba a la patrona (se había comprado a un pintor de Biar), comprobó que este pesaba muchísimo. Bajo un almendro, donde se arrimó al no poder soportar la carga, descubrieron, el mosén y quienes vinieron a socorrerlo, que caía una lágrima del ojo izquierdo de la Virgen. Llovió al llegar, de forma abundante, copiosa, como necesita el campo.
Mutxamel se acogió pronto a la advocación mariana de Nuestra Señora de Loreto, germinada en el siglo XIII (los historiadores aventuran, por las fuentes conservadas, el diez de diciembre de 1294) en la localidad italiana de Loreto (‘lauretum’, poblada de laureles), donde llegó como reliquia la mismísima casa en Nazaret de la Sagrada Familia. Más tarde, los monjes alcantarinos difundieron una devoción, como Loreto, Lorito, Oreto u Orito, que en la provincia también se sigue en Monforte del Cid y Santa Pola.
En la Besà se dejaba pasar primero a los foráneos
Extendida por el calendario
El agasajo oficial lo marcan los calendarios precisamente el diez de diciembre, pero es de suponer que al Levante alicantino arribó por septiembre, cuando tanto Mutxamel como Santa Pola celebran sus fiestas patronales con desfiles de moros y cristianos (del siete al doce en la primera y del treinta y uno de agosto al ocho de septiembre en el segundo caso). El Milagro, pues, le proporciona un enfoque propio a la conmemoración, con ese trasfondo agrario comentado.
Entre el uno y el ocho de marzo nos encontramos a las mismas puertas de la primavera y rondando la cancela de abril, al que el refranero, y caigamos en el tópico, apellida ‘aguas mil’. En una tierra, la comarca de l’Alacantí, enclaustrado entre mar y montaña, con un árido sur, las sequías largas y tercas, interrumpidas por chaparrones generosos pero cortos, son la norma. La iglesia, donde se recupera la ciencia para regir el ‘ora et labora’, escudriñaba el cielo y, cuando veía posibilidad, rogaba.
Rogativas y besos devotos
Las rogativas exitosas, como la de 1489, fecha del Milagro de la Santa Faz, marcan el fin total o parcial de periodos de sequía, lo que ha ayudado a registrarlas. Como en 1545. No ha de extrañar la cantidad de plegarias que a veces incluso se solapan, o que abarcan otras celebraciones propias, tal que el Mig Any en Mutxamel, del quince de febrero al ocho de marzo.
En este caso, coincide en su ciclo final con el desarrollo de la Huitava, que culmina, tras la populosa procesión, con la tradicional Besà del icono de la Virgen, para dar gracias por las dádivas celestes concedidas. Te dicen, eso sí, aunque solo lo confirmas de viva voz, que antaño había dos colas: para quienes venían de fuera y para lugareños. Y ahí Mutxamel marca carácter: los forasteros pasaban primero. La devoción, con generosidad.