Viajar desde Villafranqueza hasta la ciudad allá por los cuarenta o cincuenta del pasado siglo, literalmente bajar a Alicante, será cuestión de disponer de vehículo, conocer a quien posea uno o usar el tranvía número tres (el original, operativo hasta el catorce de noviembre de 1969; hoy es la línea dos).
Por ejemplo, para ver la desaparecida Entrada de Bandas de las Fogueras de Sant Joan, o los Moros y Cristianos. Aunque desde el uno de enero de 1932 pertenece a Alicante capital, seguirá disfrutando de una peculiar insularidad.
Porque ¿Villafranqueza o El Palamó qué es?, ¿un barrio, una pedanía o un pueblo adosado? El lugar vive una particular distancia con respecto a la ciudad en la que se inscribe, a su norte, y presume con razón, cada marzo, de señorear por sus calles la que podría ser una de las fiestas alicantinas más veteranas, nada menos que sembrada a finales del siglo XVII, como los propios Moros y Cristianos capitalinos. Comparsas y filadas, por cierto, llegarán en los setenta del pasado siglo a la partida.
Las celebraciones comenzaron con la inauguración de la iglesia
Partidas, exclaves y condes
Si nos atenemos a la filiación más clásica, Alicante poseía dieciocho partidas (Albufereta, Alcoraya, Bacarot, Babel, Cañada del Fenollar, Condomina, Fontcalent, Los Ángeles, Monnegre, Moralet, Orgegia, Rebolledo, San Blas, Santa Faz, isla Tabarca, Tángel, Verdegás y Villafranqueza) y un área un tanto inclasificable, el pico del Cabeçó d’Or, auténtico exclave de la ciudad (le pertenece pese a no estar conectado geográficamente).
Parte de estas pedanías (a las que podríamos añadir desde 1972 Urbanova) son hoy barrios fagocitados por la urbe. Pero Villafranqueza ha mantenido ese aire indómito y lugareño, pese a que los chalés la orillen y las construcciones modernas la salpimienten.
Lo fundaba, al comprar el 31 de diciembre de 1592 las fincas El Palamó y Orgegia, Pedro Franqueza y Esteve (1547-1614), nada menos que conde de Villalonga y alto burócrata a las órdenes de Francisco de Sandoval y Rojas (1553-1625), primer duque de Lerma, quinto marqués de Denia, primer marqués de Cea, sumiller de Corps, caballerizo mayor, primer ministro y valido de Felipe III (1598-1621).
El fundador de El Palamó fue secretario de Estado
Vaivenes políticos
Pero al político Pedro Franqueza, que fue consejero de Aragón, Castilla, la Inquisición y de Estado, y de las juntas de Hacienda de España y Portugal, le gustaba el dinero público: acabó en prisión acusado de cohecho, falsificación y fraude.
Villafranqueza siguió: concedido en 1598 el señorío de jurisdicción alfonsina, no pudo evitar tejemanejes a su costa: en el XVIII pasará a las manos de Bernardo de Vilarig, señor de Cirat y Villafranqueza, aunque según la ‘Crònica de Rocafort’ (1988) “antes Miguel Català, Zapata de Calatayud, Ribot, Montaner”.
Las arcas iban a vaciarse sucesivamente, lo que no impedirá que el diecisiete de abril de 1600 se fragüe la iglesia del Patriarca San José. El templo se agrietó por mala fábrica, y luego se hundió, el veinticinco de febrero de 1778, por malas obras. Rehecho en 1786, el templo se convirtió prácticamente desde su inauguración, en 1676, en el foco irradiador de los festejos de El Palamó, en honor a San José, lógicamente en torno al diecinueve de marzo.
Una fiesta y un templo
El recorrido procesional, circular, no ha variado nada, te aseguran, desde que comenzaron las conmemoraciones. Salida y llegada desde la iglesia, cuyas típicamente alicantinas cúpulas (una de teja azul y la otra arcilla o tierra, adornadas ambas con nervios de teja del color contrario) y su torre apostillan la planta de cruz latina del templo, y recorrido por los principales viales de la población palamonera (gentilicio traído de la más popular denominación El Palamó).
El haber conseguido mantener la idiosincrasia propia se debe más que posiblemente a su aislamiento, que en ocasiones no era en verdad buscado: si Villafranqueza acaba oficialmente como barriada de la urbe alicantina, en 1930, se debe a que las arcas de esta localidad que disfruta de alcalde, médico titular y juez de paz han quedado vacías. Bernardo de Vilarig había conseguido la independencia de El Palamó, pero sus sucesores rescindieron esta.
Los Moros y Cristianos empezaron a desfilar en los setenta
Llegan las comparsas
La metrópoli se convierte en un modelo quizá (que le paga aislándolo más con la construcción de la autovía de circunvalación, inaugurada en 1990), y si de esta comienzan a desfilar los Moros y Cristianos desde julio de 1691, Villafranqueza no habrá de ser menos, rodeando las celebraciones patronales.
Tras un primer tanteo, humorístico, a cargo de la peña Los Arpes, en 1958, arrancan en serio en 1975 gracias a la peña No Voliem, Pero Han Firmat, donde proponen alquilar trajes de Alcoy.
Bueno, otras fuentes le plantan la iniciativa al Ayuntamiento palamonero y anotan a ambas peñas y añaden a Els Jovenets (que en 1977 se transforman, más talluditos, en Pescadors i Llauradors). En el fondo, da igual la versión: el caso es que las fiestas patronales de Villafranqueza comenzaban a ganar cuerpo y a impregnar la vida en esta pequeña población, tan cerca, tan lejos.