Mayo, además de mes mariano por excelencia, supone algo así como un tiempo de transición entre los últimos rigores del invierno, en ocasiones, y los primeros anuncios de un verano que, al cabo, está a la vuelta de la esquina. Ya se sabe, del 21 de junio al 23 de septiembre por estos lares (por los australes, donde se habla de uno de los orígenes de la fiesta a comentar, del 21 de diciembre al 21 de marzo). No es ajeno el hecho de que se trata de celebraciones de alma agraria.
Hoy se obvia el significado último, pero mayo está vitalmente ligado a la vegetación, de fiestas al árbol que recorren de punta a punta el Levante español, de saludo agradecido a los calores. Y es también el mes que apellida a su posiblemente fiesta más florida. Intentar fabricar un mapa con los lugares donde se celebran las Cruces de Mayo, como se hace con otras fiestas, resultaría fútil. Sería mejor, y más rápido, anotar dónde no se solemnizan.
El culto a la Cruz podría deberse a Santa Elena
Pretéritos de unas fiestas
Flores y productos del campo. De eso se trata. Incluso las ciudades más cosmopolitas sacan, con las fiestas de las Cruces de Mayo, el ánima agraria. Otra cosa son la historia y sus leyendas. ¿El 3 de mayo porque ese día Flavia Julia Helena, o sea, Santa Elena de la Cruz o Elena de Constantinopla (250-330), encontró lo que identificó como la Cruz de Cristo, unos maderos que curaban a los enfermos?
Que esta Helena no es otra que la madre de Constantino I (272-337), el emperador que, a partir del Edicto de Milán (313), acabó de un plumazo con la persecución a los cristianos, al tiempo que le daba alas a la expansión del Cristianismo.
Occidente se llenó de cruces en casas, campos y esquinas, al aire libre o cubiertas (las ‘creus cobertes’ por estas tierras) bajo casalicios. Sustituyeron pasadas devociones para recibir en su lugar las honras por cosechas y parabienes recibidos.
Ejemplos urbanos
Puestos a entresacar, con toda la subjetividad que se le pueda achacar a cualquier elección, destaquemos en la provincia de Valencia a vuela pluma un ramillete de ellas, donde siempre vamos a tener muy presente la clara simiente rural.
Por ejemplo, en Torrent, que pese a su cosmopolitismo de bulevares-paseos, avenidas y borde meridional chaletero, no puede negar su inmersión en l’Horta Oest de Valencia ciudad, en cuya área metropolitana se encuentra inscrita.
O en el pleno núcleo agrario, en la Ribera Baixa, adentrándonos en la localidad de Almussafes, donde sí, estamos con la planta automovilística y los problemas por lo de la falta de chips, que a todos nos tienen en vilo, pero también es tierra de frutas y hortalizas, más ganado aviar, porcino y vacuno. Aquí la Cofradía de la Santísima Cruz, desde la parroquia de San Bartolomé Apóstol, genera tanto la festividad de las Cruces de Mayo como la Bendición del Término.
Almussafes divide la festividad en dos interrelacionadas
La metrópoli con reminiscencias medievales
En la capital, por ejemplo, se tiene constancia de que esta celebración puede arrancar incluso en la mismísima Edad Media, aunque habrá que esperar a que gane fuerza desde los siglos XVIII y XIX, con una población que comienza a virar de rural y marinera a cosmopolita, en especial tras hitos como la llegada de la iluminación a la ciudad, a gas desde 1840 y eléctrica a partir de 1882. Aparte, se derribaban las murallas y en 1850 comenzaba la instalación del agua potable.
A partir de 1926 comienza el concurso de mejor calle engalanada, y la ya metrópoli dejaba atrás un medievo representado solo por los monumentos o esta tradición -y aquí anotamos otros posibles orígenes de la fiesta- que algunos cronistas atribuyen a los misioneros que acompañaron a los conquistadores españoles, cuando los religiosos trataban de hacerse entender mediante cruces vegetales. O incluso a cuando la reconversión de la tradición precristiana del Árbol o Palo de Mayo.
Ademuz presenta la versión más arcaica de la celebración
Multiculturalismos y renovación
Es hora de pedir a los vientos, a la humedad, que ya dicen que el “aigua de maig, pa per a tot l’any”. Y qué mejor que implorarle a este agua de mayo con actos como las bendiciones a los aires que pueden verse por estas fechas en muchas de las celebraciones en la Comunitat Valenciana. Como desde la desterronada ermita de Santa Bárbara en Ademuz, capital del exclave (pertenece a València pero sin estar unida a ella) Rincón de Ademuz.
Aquí la fiesta nos retrotrae a tiempos precristianos, adobados por la posterior evangelización: la bendición con agua a los cuatro puntos cardinales representa la purificación, enriquecida con hogueras (catarsis física) y una bandera, metáfora de la comunidad, que antaño fue del Sindicato Católico Agrario.
Hay muchos más elementos simbólicos: que se llame la Fiesta de la Cruz de Mayo nos la relaciona con las restantes y, acaso, las explica todas: al ciclo de otoño-invierno siempre le seguirá el de primavera-verano.