Dos son hoy las poblaciones que en la Comunitat Valenciana se destacan mediáticamente entre todas las que honran al santo aragonés Pascual Baylón (1540-1592). La castellonense Vila-real, segundo municipio más poblado en la provincia (51.130 habitantes en 2021), lo tenía bien marcado: allí murió el monje alcantarino, nacido en Pascua, hijo de los labradores Martín Baylón e Isabel Yubera y canonizado en 1690. Aunque comenzaron a agasajarlo el 19 de septiembre de 1691, desde 1893 conmemoran su fallecimiento, el 17 de mayo.
¿Y en Orito, la montañosa pedanía de Monforte del Cid? Bien, allí meditó y pastoreó San Pascual, entre 1540 y 1592, aprovechando que en 1564 tomaba los hábitos en el convento ilicitano de San José (junto al CEU Cardenal Herrera) y que hizo profesión de fe precisamente en Orito el 2 de febrero de 1565. Desde 1637, cada diecisiete de mayo, en realidad toda la semana -de domingo a domingo- que orbita esa fecha, miles de persona peregrinan en su honor.
Cuando era fraile, meditó en una cueva de Orito
Lugares sagrados
El foco de peregrinaje, en el pico de San Pascual (555 metros), ya fue parada devocional obligatoria desde la noche de los tiempos. El cristianismo asumió el lugar integrándolo en la ruta sur del Camino de Santiago, esa especie de Internet medieval que abrochaba la Península. Según la tradición, la inicia personalmente el rey Alfonso II de Aragón (1157-1196, ‘El Trovador’ y ‘El Casto’) en 825, y fue asumiendo poco a poco todos los núcleos de devocionales existentes.
Cuando el futuro San Pascual llega a Orito, ya era lugar sagrado, algo que se acrecentó al descubrirse allí en 1555 una marfileña imagen de Nuestra Señora del Loreto. Solo mide 42 milímetros, y el Loreto del nombre se transformó en el Orito que bautizará a toda la pedanía perteneciente al municipio de Monforte del Cid.
El caso es que, con las veneraciones, una partida rural que en 2021 contaba con 454 habitantes, de los 8.500 de todo el municipio, ve cómo su población crece exponencialmente por unos días.
La pedanía monfortina era punto devocional del Camino de Santiago
Ferias y cuestas
Al principio era algo muy nuestro. En los setenta, por ejemplo, no se permitía el paso a coches extranjeros (recuerdo a alguien, con matrícula consular, demostrando la nacionalidad española de placa y conductor). Ahora la pedanía es, por etapas, inmenso aparcamiento, zoco y feria con ‘caballitos’ para la chavalería, autos de choque, gastronomías y artesanías varias. Imprescindible el ‘pan de San Pascual’, sólida macedonia de turrón de yema, mazapán y frutas escarchadas. La plaza de Orito, a rebosar de gente.
El sitio está escoltado por el convento-santuario de Nuestra Señora de Orito (1607), que hoy regentan los Hermanos Capuchinos, más un remozado albergue-hospedería para los romeros. Pero de lo que se trata es de subir al pico, retrepando la ladera por las cuestas, la asfaltada o la todavía más empinada de piedra y tierra.
Ese día no valen coches: hay que andar, aunque se venga desde el mismo Madrid. Arriba, la cueva santa y la casa dedicada a los exvotos.
Vega Baja
La vida de San Pascual, como la de muchos santos, no fue en absoluto sedentaria, como lo demuestra el hecho de que, en la provincia, se dé su devoción en más localidades. Así, tenemos también celebraciones en Albatera, Castalla, Elche e Ibi.
En la primera localidad, de 12.714 habitantes según censo de 2021, aunque no tengamos senderismo con escalada, sí hay carrozas, procesión, veneración de reliquia y hasta un pasodoble en honor al santo aragonés.
La fiesta en el municipio de la Vega Baja, que incluye también bendición de panes para los necesitados, a las puertas de la ermita a San Pascual, se genera desde la calle y el barrio de San Pascual, pero impregna toda la población.
Se originaba cuando Gaspar de Rocafull Boil y Mercader (1595-1665), señor y conde de Albatera, recibió desde la orden de San Pedro de Alcántara, en Valencia, el hueso calcañar de un pie del por entonces beato Pascual Baylón.
Tomó los hábitos en Elche, donde también se le festeja
Pla de Sant Josep
Como era lógico, en el barrio ilicitano del Pla de Sant Josep, donde el templo en que el santo tomó los hábitos, hay fiesta: cantos corales, comidas populares, juegos infantiles, pasacalles, porrate, procesión.
El vecindario de la calle La Senia tiene mucho que decir en estas celebraciones que ya han pasado a convertirse en cita festera importante en una ciudad, ese Elche con doble Patrimonio de la Humanidad y 234.205 habitantes, repleta de ellas.
Por la montaña
Terminamos el recorrido en montaña: las de la Hoya de Castalla. Allí, la propia Castalla (10.752 residentes) e Ibi (23.652). En la primera población, el recorrido desde el convento hasta la ermita dedicada al santo da para un programa de actos muy parecido a los ya comentados. Añadamos una paella gigante.
Otro tanto habría que decir de la celebración ibense, que, eso sí, acontece un día después. Se inician en 1661 gracias a un labrador que, implorando, halló agua a golpe de azadón. Milagros de San Pascual.