Martes a las 8:33 de la mañana, docenas de personas suben al vagón de la línea 2 de metro de València dispuestos a acudir a su trabajo o centro de estudios. Las caras de los pasajeros denotan cansancio, pesadumbre y aburrimiento antes de una larga y calurosa jornada laboral.
Pero de repente uno de ellos comienza a canturrear como salido de una comedia. Sus vestimentas demuestran que no es alguien común y a los pocos segundos de comenzar a hablar todos los pasajeros lo comprenden: ¡Cuidado, hay un mago en el vagón!
Por las características de los viajes las actuaciones deben durar apenas un minuto
Área metropolitana
A diferencia de en otras ciudades, los espectáculos en el transporte público apenas han llegado a València. Sin embargo, en las últimas fechas un mago ha aterrizado en las líneas del transporte ferroviario urbano de nuestra área metropolitana.
Albert, natural de Barcelona, lleva semanas conquistando a centenares de pasajeros con sus trucos a prueba de aburrimiento, algo que, aunque también encuentra en ocasiones detractores, sirve a muchos para alegrarles en unos minutos que habitualmente no aportan nada al día que viene por delante.
Un show inesperado
Aunque la magia es lo que inicialmente ofrece Albert a su público circunstancial, es el show lo que le marca la diferencia. “La mayoría de la gente no me da dinero porque sea bueno siendo mago, es más, si me comparo con un mago profesional no soy ni mago”, reconoce el artista.
Y es que es la simpatía y la interacción con los pasajeros lo que más rendimiento da a este tipo de espectáculos ambulantes. “Siempre digo si no me queréis dar nada, me regalas una sonrisa y me tenéis en el bote”, explica.
«Siempre digo: si no me queréis dar nada, me regalas una sonrisa y me tenéis en el bote» Albert
Números cortos
Unos espectáculos que además tienen el hándicap del tiempo, y es que un espectador que potencialmente puede ofrecer esa moneda por la satisfacción del show, podría bajarse en la siguiente parada sin que la merecida recompensa del artista llegue a su destino. Esto obliga a que los números sean, por necesidad, cortos, de apenas poco más de un minuto de tiempo.
“Vengo de Barcelona y allí está más legislado y está calculado para que entre minuto veinte o dos minutos entre parada. Diez segundos para mí claves”, indica Albert sobre esta cuestión. Y es que el artista admite que para poder adaptar su espectáculo al metro de València ha tenido que “construirme yo todo viendo los tiempos, aquí es todo mucho más rápido y no me da tiempo a hacer todos los vagones, por lo que tengo que elegir en cuales actúo, y a veces fallo”.
La sorpresa del público
La limitación de tiempo, añadido a otros factores como los perfiles que encuentra Albert en cada vagón, son otro de los factores que indican al artista algo muy importante: la elección de su público para el siguiente espectáculo.
“Hay factores externos como ver si hay algún bebé en el vagón, que eso es sagrado, pero también si alguien habla por teléfono, que puede ser bueno o malo en función de las circunstancias, y también la actitud de la gente, no es igual ver un grupo de chavales pasándolo bien que ver a una pareja seria, que quizá están peleados”, explica el artista. Además, reconoce que hay otro factor más difícil de explicar, la intuición.
Y es que la clave para Albert es, tal y como él mismo señala, “buscar a la persona ilusionada”. “Es aquella que no le ha corrompido el mundo, es puro como ser humano y no le importa tanto lo que piensen los demás y se dejan llevar”. Es con ese tipo de personas con las que el mago trata de buscar el vínculo durante su show y ahí es donde Albert consigue su objetivo, generar admiración en el grupo y, por qué no, ganarse alguna moneda.
El mago sube a cada vagón en busca de «la persona ilusionada»
Ganarse la vida en el metro
Porque aunque Albert reconoce que a veces prefiere “menos monedas y más sonrisas”, sus actuaciones en el metro y por las calles de València son su método de vida, por lo que el objetivo final es ganar lo suficiente a final de cada semana.
“Yo utilizo el arte y la comunicación para ganar dinero. El problema es que hay gente que cree que es mendigar, y mendigar es dar pena, yo ofrezco mi espectáculo. Podría irme a un McDonald’s y buscar otro trabajo en que gane más dinero, pero no lo hago porque soy feliz haciendo esto”, asevera.
Una pasión
Albert reconoce que, al tratarse de una actividad no reconocida por la Ley, esta no puede ser una actividad permanente y “en España está mal visto”. Además, por la situación de ilegalidad sabe que no será para toda la vida “porque algún día querré una familia, comprar un coche o una casa, pero tengo 25 años”, explica, “y de momento me gano la vida haciendo algo que me apasiona”.
Así que, si la próxima mañana, cuando suban al metro se encuentra con Albert o con algún otro mago recuerde que ni mucho menos tiene obligación alguna de compensarle con una moneda, pero no olvide compensarle con una sonrisa. Él y el día que le queda por delante se lo agradecerán.