Entrevista> Pedro Lanero / Entrenador de voleibol (Ceuta, 4-abril-1955)
“¿Ves el pelo blanco que tengo? Pues eso es experiencia”. Esa es una de las frases que los jóvenes -y no tan jóvenes- que en algún momento de la vida hemos tenido la suerte, como el arriba firmante, de trabajar en el entorno de Pedro Lanero hemos oído muchas veces.
Y lo cierto es que no le falta razón al entrenador ceutí, aunque él prefiere que le llamen caballa, leyenda del voleibol español, ni en lo del color de su pelo, que es algo que salta a la vista, ni en cuanto a su experiencia, valor que siempre pone por delante, junto a otros argumentos, para tratar de llevar la razón en cualquier discusión.
Dentro de Pedro Lanero habita un animal competitivo que ha sido figura habitual en los banquillos de los mejores equipos del vóley español en los últimos cuarenta años. Hace algo más de veinte recaló en La Nucía y desde entonces no sólo no se ha movido de allí, sino que ejerce de orgulloso embajador del pueblo. “Me siento afortunado de vivir en la ciudad del deporte”, afirma.
Entrenador de futuras estrellas
Ahora ha vuelto a donde empezó, a la base. A compartir esa experiencia, de la que tanto presume, con las nuevas generaciones que de aquí a no mucho tiempo deberán nutrir las plantillas de los equipos de Superliga.
Niñas que de vez en cuando descubren, para asombro propio y de sus familiares, la historia y palmarés del hombre que las dirige desde los límites de la cancha.
Usted ha tenido una larga carrera en las canchas, pero lleva más de dos décadas asentado en La Nucía, donde llegó, si no me equivoco, cuando se hizo cargo del Club Voleibol Benidorm.
Efectivamente, en Benidorm tuve un periodo muy dilatado de mi carrera, pero no debemos olvidar que se trata de dos clubes distintos. El Club Voleibol Benidorm desapareció y ahora, aunque todavía queda alguno en la directiva, el Club Voleibol Playas de Benidorm está dirigido por otras personas.
En ese sentido, debo reflejar que en el periodo de veintidós años en el que ya llevo viviendo en La Nucía también he trabajado en equipos de Las Palmas, Murcia, Barcelona y Tenerife.
«De la responsabilidad de tener que buscar resultados con una gestión económica acorde a la que tiene esa exigencia, el mejor equilibrio lo saqué con el CV Benidorm»
Sus años al frente del CV Benidorm fueron algunos de los mejores en la historia del club. ¿Fue una de sus etapas más bonitas?
De la responsabilidad de tener que buscar resultados con una gestión económica acorde a la que tiene esa exigencia, el mejor equilibrio lo saqué con el CV Benidorm.
Los años de Pepe Lozano (presidente de la entidad en aquellos momentos) han sido de los más fructíferos. Fue una época en la que no gastábamos por gastar y en la que sabías dónde estabas y a dónde se podía llegar.
Fue un periodo en la que en el voleibol había dinero a espuertas y teníamos delante a equipos como Burgos, Murcia, Tenerife, Las Palmas… que llegaban a cuatriplicar nuestro presupuesto. Me quedo con todo lo que pudimos hacer, con las clasificaciones europeas y las fases finales de la Copa de la Reina y todo ello, con una buena gestión económica que nos llevó a cerrar cada año con superávit.
Tras tanto tiempo en la elite, ahora ha vuelto a trabajar con la base. ¿Cómo ha llevado esa transición?
La verdad es que cuando me lo propusieron pensé que quizás este sea mi sitio: acabar donde empecé. Cuando inicié mi carrera en 1980 en el Club Arquitectura llevaba dos años entrenando a las juveniles.
Volver a enseñar y a formar a la base del voleibol, a las entrañas de este deporte, a crear un sistema de trabajo que redunde en la jugadora y beneficie al grupo permitiéndoles crecer a nivel individual y colectivo… todo eso, ahora para mí, es mucho más interesante que un equipo de elite.
«Cuando me lo propusieron, pensé que quizás este sea mi sitio: acabar donde empecé, en la base»
Y sin la dictadura de los resultados.
La elite es el resultado y nada más. El individual y el colectivo, pero los caminos son completamente distintos. La gran alegría fue cuando me hice cargo de un equipo que el año anterior había estado en la fase final del Campeonato de España Cadete y vi que lo podía mejorar muchísimo.
Me puse a ello y en enero fuimos a la Copa de España y quedamos campeones. Es cierto que no estaban todos los equipos grandes a causa de la pandemia, pero tiene el mérito que tiene. Las chicas crearon un ambiente fenomenal que nos sirvió para el Campeonato de España, que se nos escapó por un set en un partido que nunca debimos perder.
Llegó a los banquillos sin haber sido jugador profesional, un camino no muy habitual en ningún deporte. ¿Cree que eso es algo que todavía tiene cabida en el deporte actual?
Yo llegué a jugar en la segunda liga nacional, pero, como dices, no era profesional. Eso te da el conocimiento de un vestuario, sabes cómo es el trato con un entrenador… quiero decir que algo sí te aporta, pero si no actualizas tus conocimientos, no te implicas y no tratas de crecer día a día, aquí te quedas.
Ahora hay muchos que me dicen que soy de la vieja escuela, y yo me pregunto si ellos conocen lo que es eso. Yo sí la viví, la sufrí y la procesé. Quiero decir que la vieja escuela no existe en tanto y cuanto cada día hay algo nuevo que aprender y sumar a lo que ya sabes para aportar algo nuevo.
En otras palabras, para ser ‘nueva escuela’ hay que ser ‘vieja escuela’.
Yo he estado cuarenta años en esto y siempre he podido elegir dónde he querido ir, que es algo muy importante. He sido siempre considerado por mi trabajo y no por otras cuestiones.
«Si no actualizas tus conocimientos, no te implicas y no tratas de crecer día a día, aquí te quedas»
En estas más de cuatro décadas de dedicación al voleibol, ¿qué es lo más especial que le ha dado este deporte?
Mi padre era militar y era un obseso de la disciplina. Las cosas sólo se podían hacer de una manera y no de tres y él casi siempre tenía razón… y supongo que cuando yo no se la daba, también la tenía (ríe).
A mí, una de las cosas que me ha dado el voleibol es, precisamente, la disciplina como concepto de vida. Si yo no soy una persona disciplinada, jamás se lo podré exigir al grupo.
Me libera mucho poder tener fluidez con las personas que trato y eso es algo que creo que llega gracias a la disciplina, porque los conceptos que yo manejo y los que maneja la otra persona son, al menos, similares. Eso me permite ser un tipo de persona que, de otra manera, no sería.
Una disciplina que muchas veces, y no hablo necesariamente de su caso, puede confundirse con prepotencia.
Hay algo que es muy importante. He tenido que salir de casa y vivir fuera separado de mi hijo y de mi mujer, que es algo muy duro. Y cada vez se hace más duro.
Pero esa dureza te curte para decirte a ti mismo que lo que haces lo tienes que hacer bien, porque si además de todos esos sacrificios, no lo hago bien, es que soy un idiota.
«He estado cuarenta años en esto y siempre he podido elegir dónde he querido ir, que es algo muy importante»
En el otro lado de la balanza, ¿cuál ha sido su peor momento?
Por reciente, la salida de Las Palmas. Todo el mundo me había dicho que no fuese allí porque nada iba a cambiar. Yo pensé que sería capaz de cambiarlo, pero no lo conseguí. Ese podría ser el disgusto más grande, porque de casi todos los sitios he salido con abrazos de amigos y, de hecho, me sigo viendo con muchos de ellos.
En las noches en las que cuesta conciliar el sueño, ¿de qué se acuerda más uno, de los puntos que se ganaron y supusieron victorias importantes o de los que se perdieron y se convirtieron en derrotas dolorosas?
¡Tengo de todo para contestar a eso! Lo primero que te diría es que los puntos que son definitivos y que se te quedan grabados para toda la vida los terminas viendo como una anécdota. Lo peor llega cuando crees que eres culpable de lo que ha pasado por no haber tenido una buena respuesta. ¡Eso sí que se queda dando vueltas en la cabeza!
Póngame un ejemplo
Recuerdo que perdimos una liga en el último punto porque, teniendo el mejor ataque en la red, la colocadora decidió hacer una finta y el balón se fue fuera. Eso es una anécdota. Es una decisión que tomó y ahí se queda.
El problema es cuando tú dices ‘sabía que iba a pasar eso y no he sabido anticiparme’. Eso es lo que te da vueltas en la cabeza y de lo que sacas el verdadero aprendizaje.
¿Hay alguna jugadora que le haya sorprendido en términos de progresión? Me refiero a que, tras verla por vez primera, nunca pensó que podría llegar tan alto.
No, porque las jugadoras que he manejado las he fichado yo casi en su totalidad. Dicho esto, Tim Kelly me dijo una vez que yo había hecho algo muy grande con Erin Moore. Eso es algo que tengo grabado porque, efectivamente, cuando la fiché todo el mundo me recomendaba que no lo hiciera.
Les decía que, como poco, no le sacaría todo el potencial que yo le veía… y al final estuvo con nosotros cuatro años y fue de las mejores jugadoras que hemos tenido en Benidorm.
«Una capitana es la que te mueve el equipo por ti y te minimiza los problemas»
¿Cuál de ellas le ha aportado más?
Ahí no tengo duda. Para mí hay dos jugadoras que han sido importantísimas en la primera etapa de Benidorm. Ambas, por la gran evolución y progresión que consiguieron y por lo que aportaron en lo personal. La primera fue mi gran capitana, Leyla Chihuán, y la otra Vanessa Palacios.
Leyla me marcó por lo que me ahorró y me evitó. De todas esas cagadas hay a lo largo de una temporada. Ella siempre me decía ‘yo me encargo’.
Qué importante es la figura de una capitana y más de una con el carácter y el carisma de Chihuán.
Es la que mueve el equipo por ti y te minimiza los problemas. Además, aportó mucho al equipo en el aspecto deportivo. Era muy exigente… ¡y tenía días en los que había que aguantarla! (ríe). Pero eso nos sucede a todos.
«Los años en el club presidido por Pepe Lozano han sido de los más fructíferos de mi carrera»
¿Hay alguna jugadora que le haya marcado de manera especial en el aspecto humano?
Sin duda, Susana Fernández de Velasco, que es mi mujer. ¡Lo que ha podido aportar desde juveniles! Estuvo preseleccionada incluso para Barcelona 92 aunque se marchó de la concentración por motivos personales que no vienen al caso.
Era una situación difícil porque, como te he dicho, además de la relación de entrenador y jugadora éramos marido y mujer, pero supimos distanciar en la cancha lo que había que distanciar… aunque eso conllevara algún disgusto en casa.
Usted, y permítame el juego de palabras, ya ha llegado a la edad en la que se ha ganado el jubileo. ¿Ha cerrado para siempre la puerta a volver a los banquillos de la elite?
Me da pereza. Quizás, como te decía antes, esté marcado por el último episodio en Las Palmas. No quiero extenderme en lo que fue, porque son cosas del deporte, pero me dije a mí mismo que a estas alturas de mi carrera no me pueden seguir pasando estas cosas. Dicho esto, no cierro la puerta del todo.