Entrevista> Paco Grau / Fotógrafo (Alcoy, 28-mayo-1954)
Paco Grau es un veterano fotógrafo con un talento extraordinario, como lo demuestra su longeva trayectoria y la infinidad de exposiciones que ha protagonizado. En la actualidad tiene en cartel la muestra ‘Nous camins, nous territoris’, en la que no deja a nadie indiferente porque es un trabajo totalmente distinto.
Plenamente consciente de la importancia de la tecnología, que permite numerosas mejoras a la hora de presentar una fotografía, el artista aboga por oler instantes previos y cuál es el momento preciso de captar una imagen.
¿Qué buscas transmitir en tu nueva exposición ‘Nous camins, nous territoris’?
Realmente no buscaba nada, aunque la única realidad es que esta exposición rompe por completo todo lo que yo he estado haciendo hasta ahora. Ha representado para mí más que nada un juego, en el que he disfrutado mucho.
«La muestra ha sido un éxito, se han agotado los catálogos y hay propuestas para que se realice en otras ubicaciones»
¿Cómo es exactamente la muestra?
Se me propuso esta exposición con cierto tiempo, para realizarla en la Fundación Mutua Levante. Yo ya la tenía preparada en casa y la iba retocando, cambiando fotos. Pensé entonces que algo fallaba.
El cuerpo me pedía hacer algo nuevo. Desde hacía mucho tiempo pensaba en mezclar la fotografía con mi pasión por coleccionar objetos de mercadillo o juguetes antiguos, como caballos de cartón y muñecas. También con fotos antiguas que los profesionales realizaban en sus estudios porque se reconocían en sus decorados.
Empecé entonces a jugar con todos esos elementos, pero siempre con intencionalidad. El resultado es esta exposición que lleva por nombre ‘Nous camins, nous territoris’, porque se trata de un camino que yo nunca había pisado.
¿Pretendías sorprender?
Lo único que sabía es que la gente que conociera mi fotografía iba a extrañarse muchísimo, que habría cierto público al que le gustaría la propuesta mientras que otros dirían “¿esto qué es?”. Y así ha sucedido, porque muchos me han expresado que les ha encantado la exposición y a otros, no. Para mí ha sido una especie de prueba.
¿Qué acogida ha tenido?
Muy buena, según me dicen. De hecho, los catálogos se han acabado y hay propuestas para que la exposición siga en otras ubicaciones.
¿Exactamente en qué se diferencia esta obra de otras realizadas anteriormente?
No soy una persona técnica a la hora de hacer fotografías y en muchas ocasiones no me interesa demasiado la calidad de las imágenes, porque mis fotos son las de la calle, el momento preciso. Ése ha sido mi medio de vida. El valor más importante que tiene la fotografía es que, para captar esos momentos, de alguna manera los tienes que oler previamente.
A partir de ahí sí que puedes expresar. Siempre digo que la intencionalidad es lo más importante de la fotografía. No la técnica, sino la intencionalidad, que no deja de ser una protesta de algo.
Tú sales a la calle y, a no ser que quieras hacer un trabajo muy concreto, ves cosas de las que puedes estar o no de acuerdo. Normalmente suelen ser más de protesta que otra cosa.
«Con siete-ocho años ya me iba con mi padre todos los domingos a hacer fotos y supongo que de ahí procede mi pasión por esta profesión»
¿Cómo es la tecnología que empleas al hacer una fotografía?
Como he dicho anteriormente, en ocasiones no he sabido ni el modelo de la cámara que llevo. Mi trabajo es muy intuitivo. Por ejemplo, siempre he sido bastante desordenado, pero jamás he tirado ninguna foto y ahora dispongo de un archivo enorme.
Existen muchísimas fotos en ese archivo que en su momento las hubiera tirado porque tienen un punto de desenfoque o el encuadre no es el correcto. En algunas de esas imágenes aparecen personajes relevantes, véase Federica Montseny, y ahora adquieren una importancia, aunque la calidad no sea la adecuada.
¿Eres también partidario de la foto de estudio?
Realmente soy partidario de cualquier método, no soy un purista. Para mí lo básico es el resultado y si éste lo que transmite tiene intencionalidad y llega a la gente, para mí es suficiente. Eso sí, si el trabajo es en estudio, que lo haga de la mejor manera posible, con su técnica.
De hecho, una de los aspectos que indica ‘Nous camins, nous territoris’ es que manipular una foto no significa hacer un collage tuyo, sino cambiar algún concepto, pero sin variar el sentido de lo que quieres expresar. No manipulas el momento, sino mínimamente la imagen.
Precisamente de ello quería hablarte. ¿Las fotografías en ocasiones las mejoras en programas informáticos?
Hay dos formas de hablar del retoque: sacar la foto tal cual sale de la cámara es relativamente difícil, porque por ejemplo los móviles actuales están bastante preparados para obtener calidad.
Además, cada uno tenemos una forma distinta de hacer las fotos -contrastada, menos contrastada, en blanco y negro, en color- y a partir de ahí, en el momento que la pasas a blanco y negro o a sepia ya la estás manipulando.
Pero para mí eso no es manipular una foto. Manipular es darle algún toque que en ocasiones te está molestando en el resultado final.
«Lo más importante de una fotografía es la intencionalidad, que no deja de ser una protesta de algo»
Realmente, algunos Photoshop están muy mal hechos.
Este tipo de cosas, con esa intencionalidad, suelen estar bastante mal hechas, porque manipular y hacerlo bien, muchas veces no es fácil. Se acaban convirtiendo en chapuzas.
Lo correcto es hacer una mínima manipulación que, en ocasiones, al hacer la propia foto ya te das cuenta que deberás realizarla.
¿En qué campo te sientes más a gusto?
Meterme con la cámara allí donde hay gente ya me hace estar contento. A partir de ahí me voy fijando en las escenas que hay en la calle cuando hay multitudes. Existen entonces infinidad de opciones y, además, tienes la posibilidad de poder transmitir la intencionalidad de la que hablo.
¿Cuál es el secreto de captar momentos, de la magia de la fotografía?
Olerlo antes de que pase. Si lo ves y haces la foto, ya no llegas. Debes olerlo previamente. Tener un instinto asesino. En el fútbol, por ejemplo, es uno de los lugares donde mejor se aprecia eso, porque estás viendo un partido e intuyes lo que va a pasar.
Lo intuyes en un segundo y si no estás preparado para hacer la foto, se te escapa.
En los campos de fútbol, de hecho, te ha pasado de todo.
En realidad, el fútbol a mí no me gusta por la agresividad que lo envuelve. Hasta que descubrí que las imágenes estaban en el público, en las gradas. Hice entonces muchísimas fotos a los espectadores y tuve muchos problemas por ello, incluso denuncias, porque captaba imágenes que no eran agradables.
¿Dónde nace tu pasión por la fotografía?
Mi padre era miembro de la Agrupación Fotográfica, uno de sus fundadores, y yo me iba con él todos los domingos a hacer fotos. Tenía unos siete-ocho años y supongo que de ahí procede mi amor por esta profesión.
Además, en fiestas de Moros y Cristianos mi padre tenía un espacio donde trabajar, en la zona de la Glorieta, y todos los años ganaba algún premio. Al fallecer, a principios de los setenta, ese año con su cámara ocupé su lugar y logré el segundo premio de fotografía.
«Antes había más libertad para publicar la imagen que querías y el fotógrafo era un periodista más»
¿Cuándo te das cuenta que la afición pasa a trabajo?
Cuando entro en el periódico ‘Ciutat’ en 1977. Un año antes ya era muy amigo del director de cine Carlos Pérez e hicimos el primer corto del asilo, para concienciar al público que se debía hacer un centro nuevo.
Posteriormente trabajé con Carlos en un total de cinco películas, la primera ‘Héctor, el estigma del miedo’, de 1984, con Ovidi Montllor. Luego trabajé en films que aparecían actores como Quique San Francisco, Emma Suárez, Jordi Sans, Álvaro de Luna o Karra Elejalde.
¿Cómo fueron tus inicios como fotoperiodista?
Como decía, entro en los setenta en periódico y en esa época estaba prácticamente yo solo como fotógrafo de prensa. Tuve la suerte de pasar la transición y las primeras fotos que hago son la llegada de Adolfo Suárez, Manuel Fraga y Alfonso Guerra, entre otros.
Mi referente, por ejemplo, eran las imágenes que publicaba ‘El País’. El fotógrafo era un periodista más, pero en lugar de escribir buscaba imágenes, con plena libertad.
«La foto hay que intuirla un segundo antes, porque si la ves en el momento ya no te da tiempo a hacerla»
¿Qué representan para Paco Grau las fiestas de Moros y Cristianos?
Son unas celebraciones que son súper complicadas de fotografiar, por las condiciones y limitaciones que tienes, con infinidad de fotógrafos trabajando.
Cuando trabajaba en el periódico escribían los artículos y me dejaban un hueco para poner las fotos, es decir, la responsabilidad era muy grande. Ahora cuento con un inmenso archivo de las fiestas y he llegado a hacer una exposición que fue itinerante sobre el tema.
En 2013 realizas el cartel de Sant Jordi, muy criticado en ese momento.
En un principio me gustó hacerlo y estoy muy satisfecho del cartel. Llevaba muchos años cuestionando por qué el cartel debía hacerlo un pintor y no un fotógrafo o un diseñador.
Después fue criticado porque dijeron que era una copia de una fotografía, que era mía y que había publicado anteriormente en una revista que yo mismo editaba. Lo más importante del cartel fue que abrió una brecha y desde entonces, con la elección este año de Toni Miranda, ya serán tres los fotógrafos que lo han realizado.
Dispone de un archivo enorme, confeccionado desde mediados de los setenta, ahora con un valor incalculable
Háblanos de tu archivo, inabarcable.
Hace unos años hice una donación a la biblioteca de 140.000 negativos de lo realizado en prensa, sin contar el resto de fotos que tengo de las fiestas y otros trabajos.
Los responsables de la biblioteca lo escanearon todo y es lo que ahora estoy organizando. A partir de ahí se puede realizar un libro u otras exposiciones.
En definitiva, ¿cuál va a ser tu legado?
Libros y revistas que incorporen trabajos míos hay muchísimos, alrededor de ochenta. Pero sigo con proyectos, como las imágenes de prensa que son inéditas, que ahora han adquirido una mayor relevancia si cabe. También quiero seguir investigando en lo iniciado mediante la exposición ‘Nous camins, nous territoris’, que igualmente me hace mucha ilusión.