Entrevista> Aitana G. Tresáncoras / Psicóloga y sexóloga (Alicante, 30-abril-1991)
Psicóloga sanitaria, licenciada en 2014, Aitana G. Tresáncoras, quien ejerce como sexóloga, además de especializarse también en terapia psicológica infanto-juvenil, habla de su profesión, de lo vive y ve. Y de su otra vocación, como implicada en las Fogueres.
«La sexualidad es un estado en el que somos muy vulnerables»
En tu página web dices: “Pero ya está bien de hablar de mí, ahora quiero conocerte a ti. Quiero hablar contigo”.
Es una manera de generar un vínculo terapéutico con la persona, que no se sienta en lugar extraño, forzado a hablar única y exclusivamente de sus problemas, sino de lo que necesita, de lo que pueda tener dentro, y acompañar a esa persona en cada momento mientras compartimos ese espacio. Es una forma también de darle las gracias por haberme escogido como la persona que le acompañará en este proceso.
Para mí, lo más importante es la persona. Aquello que trae, esa mochilita que no se atreve a abrirla sola, aunque ha decidido emprender el camino de que otra persona le ayude a abrirla para sacar ese gran peso que ha llevado durante tanto tiempo. Es una forma que, ya que estamos en este punto, hay seguridad, déjame conocerte, déjame que entre en aquello que te preocupa.
Se crea un vínculo.
Cuando hablamos de sexualidad, lo más importante es ese vínculo terapéutico, aunque en las primeras consultas no se hable de ese problema en el cual la persona se siente altamente vulnerable, pues la sexualidad, tanto individualmente como con alguien, es un estado en que somos muy vulnerables. Aquí nos entregamos hacia otra persona, confiando en que nos va a cuidar.
«Tengo la suerte de que viví una educación sexual muy abierta»
Mucha responsabilidad, ¿no? ¿Por qué te resultó atractiva esta disciplina?
Creo que una de las cosas ha sido no vivirlo con tantísima responsabilidad, sino como un acompañamiento. Tengo la suerte de que viví una educación sexual muy abierta en casa, lo cual me hizo normalizar todo: actitudes, hablar de los problemas tanto serios como divertidos. Y luego el contraste de salir fuera y ver que eso no era compartido por muchas otras personas.
Cuando decidí estudiar psicología, no sabía muy bien por dónde tirar, pero algo me decía que la sexualidad era lo que me llamaba, y también la terapia de pareja, porque era una forma de acompañar en un ámbito en el cual la gente se siente un poco perdida, sin saber en quién poder confiar en eso para nosotros tan vergonzoso, tan humillante.
¿La gente está predispuesta a hablar de sus problemas?
En contraste con lo que yo viví, para mí es tan natural, para ciertas personas es muy humillante. O muy vergonzoso. Entonces, ¿por qué no dedicarme a esto? Fue una de las grandes decisiones que he tomado: siento que trabajar en este ámbito es un disfrute, aplicar incluso ese sentido del humor, que esas personas se sientan liberadas, completas, poder sanar esas heridas.
Cuando conseguimos conectar, que sienten que no las vas a juzgar: “no estáis forzados, estoy aquí para cuando necesitéis”. Entonces la gente baja esas defensas, ese estado de vulnerabilidad, y te permiten acompañarles. No esperan consejos banales, sino entender lo que les ocurre. Mi trabajo es enseñarte a confiar en ti para que tú mismo puedas construir tus estrategias, y yo solamente ser la persona que está a tu lado para acompañarte.
«Lo bonito de las fiestas es poder hacerlas para todos»
¿Las fiestas son buena terapia? Tú misma eres foguerera.
Para nosotros las fiestas son esa segunda familia donde poder compartir intereses culturales, tradición. Mi abuelo (el festero y escritor Arturo Tresáncoras, 1935-2015) siempre supo inculcarnos ese amor por la fiesta, ese respeto por la tradición y la cultura. Y la suerte de estar en una hoguera como Sèneca Autobusos, que cuida esos detalles, es una forma de homenajear cada día a mi abuelo.
En el plano profesional, todavía se mantienen respeto y tradición. Y les hemos dado ese aspecto más moderno. Hay aspectos en los que me siento más identificada, con otros soy más crítica, como con cómo vendemos la fiesta, o esa inmersión en algunos casos excesivamente política de la misma que hace peligrar todos esos valores en que la fiesta se forjó.
¿Y cómo psicóloga?
La fiesta sigue estando incompleta, barreras que deberíamos analizar. Aspectos de integración y de barreras sociales presentes a día de hoy y que parece que no las vemos o no les damos la importancia que tienen. Lo bonito de las fiestas es poder hacerlas para todos. Que formemos parte todos de la misma fiesta.
Por otra parte, desde el punto de vista sexológico, hace falta mucho más refuerzo en la prevención en una fiesta que sobre todo la disfrutan nuestros jóvenes. Los adultos ya tenemos unas vivencias que nos han permitido adquirir herramientas, pero los jóvenes están en ese camino, y sigue habiendo muchas situaciones de abuso, de acoso, de traspasar ciertas líneas que los jóvenes posiblemente no sean conscientes del riesgo, porque no tienen la información que les hace falta.
Apuesta por la integración
Llevaste con orgullo el cargo de belleza de tu distrito. ¿Qué puedes decir, como psicóloga, de lo que viste?
Estamos hablando de derechos y estamos en una etapa, con la integración, con aquellas personas que quieren formar parte de esa candidatura y que tienen ciertas condiciones, como pueden ser las personas ‘trans’, o que no son ‘trans’ pero se apartan del canon, donde todo aspecto debe ser tenido en cuenta. Es que el canon de belleza que estamos reflejando en este tipo de actividades puede generar ciertas secuelas en las chicas, que nos pasan desapercibidas.
Las tienen por un canon de belleza en el que llegan a creer: qué tengo que hacer, de qué manera tengo que ser para tener más posibilidades de ser elegida, y esto tiene un efecto sobre la autoestima, sobre la inseguridad. Parece que no es importante pero lo es, y debemos tener cuidado, puesto que a raíz de estas actividades se generan secuelas muy muy serias y que pueden ser muy graves.