Te tomabas algo mientras charlabas o asistías a cualquier actividad cultural en El Forn, en un antiguo horno. Tres cuartos de lo mismo que en el Época o la Naya. O cenabas antes en Labradores. Estabas en el dintel del Barrio, el casco histórico, epicentro juvenil de la marcha nocturna alicantina, tierra de chupitos, copeo y puede que mucho más.
La memoria le planta más nombres a aquella suerte de movida autóctona y se necesitaría otra página para nombrarlos a todos. A bote pronto, a las puertas y en el corazón de la zona: 27 Cotinos, Armstrong, Cienfuegos, Cure, Desafinado, Desdén, El Callejón, Hanoi27, La Biblioteca, La Misión, Yerbeta. Algunos subsisten. Tras ellos hay una historia que comprende incluso dos ciudades, como en una novela de Dickens.
Los prolegómenos
En realidad, el Época, hoy arrocería y antaño un pub especializado en cócteles, en especial la caipiriña (azúcar, lima, hielo y el licor cachaza, principalmente), no fue el primero, pero se le atribuye el prearranque de aquella ‘movida’, lo de irse “de marcha al Barrio”. Se fundaba en 1987, según las referencias, que le confirmaba entonces Diego, quién creó el negocio, a este redactor.
Esto era solo un año antes de que arrancase oficialmente la susodicha ‘marcha’. En el Época había actuaciones, exposiciones y mucho universitario. Quizá esta fue la clave: no es que todo el mundo que acudiese al Barrio estudiaba, además en la Universidad de Alicante; aparte de que con el tiempo el alumnado, con la licenciatura bajo el brazo, siguió yendo. Pero allí también venía el profesorado metido en movidas culturales.
La movida surgía oficialmente a finales de los ochenta
Trasfondo universitario
Resulta irónico que, con el tiempo, la zona de ocio de San Vicente del Raspeig iba a absorber parte del público potencial de la zona alicantina. La Universidad de Alicante, en el campus de San Vicente (en terrenos de esta y la capital provincial), bisagra entre las dos ciudades prácticamente conurbadas, veía aprobado el estatuto de su constitución en 1985, tras crearse oficialmente en 1979 a partir del Centro de Estudios Universitarios (CEU) inaugurado en 1968.
Posiblemente, cuando arribó Diego había comenzado ya un goteo juvenil animado por los restaurantes que proliferaban desde siempre en la colindante Rambla o en la cercana Explanada. Y a los que iba sobre todo el profesorado. El caldo de cultivo estaba ya infiltrándose en el dintel del Barrio. Con el tiempo fue embebido por este concepto: todo era el Barrio.
Desde aquí se recuperaba en 1979 el carnaval autóctono
A las faldas de la historia
En realidad, la zona de marcha abarcaba toda la falda de la barriada seminal de Santa Cruz, una suerte de pueblo mediterráneo con toques andalucistas, de laberíntico trazado muslime y erigido a partir del al-Laqant islámico, sembrado en el 718. Toda la falda, por cierto, significaba abarcar parte de San Roque, la plaza de Gabriel Miró y las calles hasta la Rambla, por un lado, y hasta la plaza de la Santísima Faz, tras el ayuntamiento, por otro.
El lugar, durante décadas, se había convertido en un paraíso ‘canalla’, reunión del mal llamado lumpen, ubicación de casas de citas o ‘meublés’ y de prostíbulos. No sorprende que la llegada de la ‘marcha’, extendida casi bajo por bajo, a veces usando buena parte de los edificios o disponiendo de su totalidad, fuera bien vista por un vecindario que luego sufrió, y se quejó de ruidos, estridencias, borracheras, menudeos varios y, en suma, falta de paz.
El Barrio no ha fenecido, pero es ‘otro rollo’
Carnaval y cine
Las actividades culturales se cruzaban: aquí nacía en 1976 carnestoltes, llamada a recuperar en 1979, definitivamente, el carnaval alicantino. También aquí se abrían ese mismo año, aprovechando los primerísimos pespuntes de lo que iba a llegar, las minisalas de cine Astoria’s, con una programación de ‘arte y ensayo’ que llegó hasta 2009. El elemento ‘cultureta’, como se le conocía, ya asomaba en el horizonte.
Pero iban a ocurrir cosas. El Coscorrón (por la altura de la puerta de acceso, de no más de medio metro), pionerismo (de 1936, aguantó hasta la pandemia), con su diminuta y abarrotada planta baja para tes y mojitos (azúcar, limón de verdad, menta, ron y agua mineral con gas) y una arriba, más amplia, para actuaciones de jazz, comenzó a convertir esta en una minidiscoteca.
Otras formas
Aunque el resto de los días el ‘Cosco’ seguía conservando a su parroquia habitual, esos fines de semana fueron marcando el viraje. Nacían nuevas zonas de jaraneo juvenil y nocturno, como la playa de San Juan (luego en el puerto de Alicante), la Zona (calle San Francisco) o la ruta de la madera. Llegaba gente más joven, como en la Zona, ya sin la coartada culturalista.
El Barrio no ha fenecido, pero es “otro rollo”: copeo de lujo, restaurantes de postín, hoteles, gastrobares. Subsiste la antigua ruta de la madera transformada la mitad con ese espíritu (pero sin locales heavy) y la otra como área ‘latina’. Diego, de Época, le decía a este redactor: “el Barrio forma parte de la educación de la gente de Alicante”. Y de su pasado más inmediato.