Cuando Omar Fraile arrancó como una bala quedaban apenas 500 metros para llegar a la línea de meta. Todo parecía indicar que aquel movimiento estaba pensado para lanzar a su entonces compañero en Astaná, Álex Aranburu, en un sprint en el que los dos hombres del conjunto kazajo se estaban jugando el título de campeón de España con Jesús Herrada, ciclista de Cofidis.
Finalmente, Fraile consiguió dejar de rueda a los otros dos corredores y en un calurosísimo día veraniego en La Nucía se enfundó un maillot rojigualda que estrenaría sólo unos días más tarde en el Tour de Francia y que sigue portando a día de hoy y que vestirá, al menos, hasta que el título se vuelva a poner en juego el próximo mes de junio en Mallorca.
Ciclismo hecho arte
Casi un año después de aquella jornada, el exciclista profesional y ahora pintor Miguel Soro ha entregado al Ayuntamiento de La Nucía un cuadro conmemorativo del triunfo de Omar Fraile. Una obra de gran formato en la que se aprecia el inconfundible estilo de este pintor valenciano que ha conseguido unir sus dos grandes pasiones.
Esa obra pertenece ya al patrimonio deportivo y cultural de La Nucía y su autor charla con AQUÍ en La Nucía sobre su carrera y cómo, de forma muy natural, ha conseguido situarse como un referente del arte ciclista a nivel nacional e internacional.
¿Qué nació antes, la pasión por el ciclismo o por la pintura?
Yo nací ciclista. Vengo de una familia de gran tradición ciclista. Mis tíos corrían y yo, siendo pequeño, no entendía otra cosa que no fuera el ciclismo. Comencé a correr en Escuelas y he montado toda mi vida. La curiosidad por la pintura se me despertó durante mi etapa como amateur.
Era una época en la que se entrenaba por la mañana y tenía mucho tiempo por las tardes y en Xàtiva, donde vivo, hay mucha tradición pictórica. Me picó el gusanillo y comencé pintando, sobre todo, paisajes.
Finalmente, unió esas dos pasiones y ahora su obra está muy centrada en el ciclismo.
Fue un proceso natural. Poco a poco, te vas metiendo en la pintura y tratas de transmitir lo que realmente sientes. Yo, como digo, lo que llevo dentro es el ciclismo.
«Yo nací ciclista. La curiosidad por la pintura me despertó durante mi etapa como amateur»
Ahora es muy normal que los deportistas compaginen su actividad con los estudios. En aquella época, no lo era tanto. ¿Era usted, en ese sentido, el rarito del pelotón?
(Ríe) Se puede decir que era un raro. Supongo que habría gente que tenía otras curiosidades, pero en cuanto a la pintura, no había nadie más. Era curioso. Es verdad que posteriormente sí, gente como Alberto Fernández Hurtado, que fue de mi generación, y otro más; somos tres exciclistas que hoy en día pintamos.
Pero usted es el único de ellos que ha escogido las bicicletas como temática principal de su obra.
Sí. Ellos hacen otras cosas. Yo he decidido elevar el ciclismo a categoría de arte para, de esta forma, devolverle a este deporte lo mucho que me ha dado.
¿Cuánto tiempo lleva dedicado de forma profesional a la pintura?
Hace unos seis o siete años que estoy centrado exclusivamente en ello. Empecé a pintar un poco antes, cuando todavía trabajaba en la tienda de bicicletas de Xàtiva, y ya comenzaron a invitarme a exposiciones. Tenías que pedir días libres para ello y, por eso, decidí probar suerte y convertir mi hobby en mi profesión y gracias a Dios hago eso y vivo de ello.
«He decidido elevar el ciclismo a categoría de arte para, de esta forma, devolverle a este deporte lo mucho que me ha dado»
¿Cuál fue la primera reacción de la gente cuando decía que quería convertir el ciclismo en el eje de su obra?
Fue un salto al vacío. Yo tenía un trabajo seguro que, además, me gustaba mucho por el trato con la gente. Pero mi pasión, lo que hacía los domingos y en mis ratos libres, era pintar. Me di cuenta que en paisaje hay tantos y tan buenos que era muy difícil abrirse camino.
Por ello, y como sentía el ciclismo muy dentro, probé con esa temática. Empecé usando la misma técnica que en los paisajes, pero el resultado no me convencía y probé varias técnicas hasta que vi que el collage me daba un resultado moderno y diferente.
Una combinación muy curiosa.
Se trataba de combinar un tema muy clásico como es el ciclismo con una técnica moderna. Fue algo que me gustó y empecé a desarrollar esa idea. Es verdad que me decían que estaba loco. No la gente del ciclismo, sino los propios pintores. Me preguntaban cómo iba a dejar un trabajo seguro y vivir sólo de la pintura.
Una decisión que, salvando las distancias, puede parecer casi tan suicida como la de meterse en una fuga sabiendo que es muy poco probable que llegue a meta.
(Ríe) Así es. Los ciclistas son, somos, personas muy caprichosas. Gente que lo tiene todo y este tipo de arte es algo que no existía.
¿Qué le piden los ciclistas cuando se convierten en clientes?
Normalmente, los ciclistas en activo o recién retirados no suelen ser clientes. Hay alguna excepción, pero mi cliente principal en ese campo son corredores que llevan 20 o 25 años retirados y, de repente, se da cuenta que quiere tener un recuerdo diferente. Los actuales, quizás porque están acostumbrados a que se les regalen ese tipo de cosas o porque todavía no sienten esa necesidad, no me suelen pedir.
Como digo, hay excepciones y, cuando he pintado a algún corredor en activo, ha sido una obra personalizada. Cuando me piden algo así, procuro que lo que pego en los fondos del collage sean cosas que tengan algo que ver con su él mismo, su carrera, su familia, sus amigos… y que, así, encuentre por dentro todo eso.
«Mi cliente principal son corredores que llevan 20 o 25 años retirados y se dan cuenta que quieren tener un recuerdo diferente»
¿Quién es su cliente potencial?
El aficionado al ciclismo que tiene mucha pasión y que ya suele coleccionar otro tipo de productos relacionados con este deporte. En este caso, no suele ser por encargo, sino que eligen entre las obras que ya he pintado y tengo en catálogo.
Lo que es indudable que ha conseguido es tener un estilo propio. Uno ve un cuadro suyo y rápidamente lo identifica como un Soro. ¿Eso es algo que se busca o que sucede sin más?
No es nada consciente. Es algo que va saliendo porque pones en ese cuadro tu personalidad y tu pasión y, al final, creas algo que te gusta y le das mucha continuidad. Tampoco soy un pintor que trabaje muchos temas por encima. Estoy profundizando mucho en el ciclismo, que es lo que siento, y he de decir que para mí es un honor eso que has dicho que se me reconozca por mi estilo porque, sinceramente, no es algo que haya buscado.
Usted y yo hemos coincidido en diversas ocasiones y casi siempre le he encontrado pintando. En presentaciones de carreras, en actos sociales relacionados con el ciclismo… ¿es porque se lo piden o porque encuentra inspiración pintando rodeado de ‘mirones’?
Ahora me lo piden, pero empecé a hacerlo sin que me lo pidieran. Yo no sé estar en una exposición quieto todo un día y sin hacer nada. Atiendes a los que vienen a visitarte, pero el resto del tiempo prefiero estar produciendo o entreteniéndome.
Es verdad que en ferias o eventos en los que he acompañado a marcas comerciales, creo que ponerte a pintar también hace que se consiga atraer a más público a ese stand. Es una especie de atractivo más. Es algo que gustó y ahora me suelen pedir que vaya a pintar… y como a mí me gusta y me he acostumbrado a pintar delante de la gente, pues lo hago.
«El 90% de mi obra es el ciclismo. El paisaje ocuparía el resto»
¿Tiene alguna otra temática?
El 90% de mi obra es el ciclismo. El paisaje ocuparía el resto. Es con lo que empecé. Me encanta ir a un sitio, sentir lo que te transmite y plasmar en la obra lo que sientes. La técnica al natural te hace ser muy reproductivo, sobre todo, en los concursos de pintura rápida. Es algo que te despierta y te hace hábil.
También he hecho otras cosas, pero, como decía antes, sin darle profundidad a la temática. Tengo algunos cuadros taurinos porque plásticamente me gusta ese tema y porque tengo un primo en Nimes que me dio la oportunidad de exponer. También he pintado a Max Verstappen, a Bumbury…
El ciclismo, al menos para los que nos dedicamos a escribir crónicas, es un deporte muy agradecido porque su épica nos permite explorar terrenos narrativos difíciles de abordar en otros deportes. ¿Cree que existen otras disciplinas deportivas tan interesantes para la pintura?
Creo que sí. Hay muchos deportes que plásticamente son muy interesantes. Pero, de nuevo, hay que sentirlo y, así, saber transmitirlo. A mí me gusta mucho el tenis y creo que se podrían hacer cosas con eso. He pintado futbolistas, pero no es un deporte que me transmita. Plásticamente es bonito en cuanto a gestos y posturas, pero yo hago la obra, al cliente le gusta… pero a mí no me dice mucho más.
Al final, yo no quiero ser el pintor del deporte; quiero ser el pintor del ciclismo, que es lo que siento y lo que quiero.
«A Óscar Freire debería haberlo pintado ya 30 veces»
¿Qué carrera o ciclista que no haya pintado todavía es un proyecto que no podría retirarse sin abordar?
Tengo varios que ya me están pidiendo salir porque están aquí (se señala con los dedos índices la cabeza). Uno de ellos es Angelino Soler, un ciclista valenciano que, además, es amigo mío. Cuando yo era amateur me daba muchos consejos y creo que merece ser pintado. Óscar Freire debería haberlo pintado ya 30 veces. ¡Ha sido tres veces campeón del mundo y, además, es de mi año! Es un ciclista que necesito pintarlo por mí, no por nadie más.
Además, hay uno que me encanta a mí que es Jean-Pierre Monseré, que murió en 1971 con sólo 22 años y siendo campeón del mundo. A veces, me paro a pensar hasta dónde podría haber llegado ese chico.
¿Tiene en casa alguna obra de la que no se desharía por nada del mundo?
Tengo una que la quiero pegar a la pared con taco acrílico para que no se pueda soltar. Es un tríptico que hice con motivo de una exposición para el centenario del nacimiento de Fausto Coppi.
Es un cuadro que, además, está ambientado en la París-Roubaix, que es mi carrera favorita: es la victoria de Coppi en 1950 vistiendo el maillot de campeón de Italia, y se le ve ayudando a un compañero que llega muerto de cansancio porque previamente le había ayudado.
En las otras dos partes de ese cuadro se ve a la prensa, que quiere hablar con Coppi y al mecánico que le tiene la bici cogida. Plásticamente, creo que es mi mejor cuadro. Lo tengo a la venta y lo puede comprar alguien, pero tiene que tener mucho dinero porque le he puesto un precio muy alto porque, en realidad, no lo quiero vender.