Que tenías “dineros”, pues había que mandar al chiquillo a la “capi”, a la capital, Alicante ciudad o, ya de fábula, Madrid, para que estudie, que se haga un “hombre de provecho”. Lo de que le tocara a la chiquilla, eso sí, ya no resultaba tan normal. Se las esperaba bien casadas o monjas. Pero a comienzos del siglo veinte hubo varias excepciones.
Como, a falta de más datos biográficos, posiblemente fue el caso de la actriz santapolera Eduarda Torá Abela (1910-1973), hija de Ramón Torà y de Josefa Abela, criada en Alicante y a quien se le apoyó la afición, desde pequeña, a lo que entonces se conocía como arte de Talía (por la musa griega de la comedia, el teatro). Las biografías nos hablan incluso de estudios en Madrid.
De epidemia a pandemia
El Madrid de principios de centuria, el de la restauración borbónica, muy esquemáticamente desde 1874 a 1931, se presentaba convulso, enmarcada por una terrible epidemia de tifus en 1909, debido a la pésima calidad del agua corriente y los deficientes medios sanitarios, y la pandemia de la mal llamada gripe española (1918-1920). Pero estábamos en el centro neurálgico del país.
Eduarda Torá aprovechaba y aprendía: no solo interpretación, también música. Con diecisiete años, el mundo por delante y la capital española por montera, se especializaba en violín y piano. Llegó a desarrollar esta faceta en el madrileño teatro Apolo (1873-1929). Pero en absoluto se olvidaría de su amor por la interpretación.
A los 17 años estudió también violín y piano
Los primeros pasos
Las biografías le anotan el papel de botones en la obra ‘El club de las infortunadas’, “farsa cómico-lírica en un acto, dividido en un anuncio, prólogo y tres cuadros, en prosa”, de José Pérez López (fallece en 1961) y Jesús Luengo (1877-1941), con música de Francisco Alonso (1887-1948) y estrenada en el Teatro Martín de Madrid (1874-1998) el diecinueve de abril de 1919. Si esto es así, por entonces tendría nueve años y comenzó antes de lo reseñado.
Si que no cabe duda sobre su retorno a un Alicante, quién sabe si por apremios pandémicos o simplemente porque, colaboraciones musicales aparte, a Eduarda Torá lo que le tiraba era la especialización en el sainete, en especial en valenciano. Su entrada en la compañía de Paco Hernández (1892-1974) resultó fundamental para su siguiente trayectoria escénica.
En la compañía de Paco Hernández conoció a su marido
La hora del teatro cómico
El nombre de la actriz santapolera era habitual en los carteles alicantinos (capital y provincia), en toda la Comunitat Valenciana e incluso en otras zonas de siembra occitana, como Barcelona, con su colaboración en varias formaciones, pero sobre todo la de Paco Hernández, que, por cierto, iba a sobrevivir al franquismo con el subterfugio de registrar sus funciones como habladas en ‘alicantí’ o ‘alacantí’, como dato más exótico que reivindicativo.
Torá aparecía, por ejemplo, en el “éxit grandiós” (éxito grandioso) de ‘¡Tots els pillos tenen sort!’ (‘¡Todos los pillos tienen suerte!’), del periodista y escritor valenciano Manuel Soto Lluch (fallecido en 1982), estrenada en Alicante el trece de diciembre de 1930 en el Salón España (1916, frente al Mercado Central, luego cine Capitol, sobre cuyo hueco se inauguraba en 1972 la torre del Banco de Alicante, hoy hotel Eurostar Lucentum).
Al final, continuó trabajando en grupos semi-profesionales
Un respiro para ir al altar
A Torà le daba tiempo a todo, como a enamorarse: contrajo matrimonio con Francesc o Francisco Cremades, actor también, desde 1929, en la compañía de Paco Hernández. El primer registro de una actuación suya se fecha el veintitrés de febrero de 1913 en el Teatro Principal. También participó en el grupo lírico del bajo y actor valenciano Enrique Beüt (1880-1926), que actúa, entre otros lugares, en el coso valenciano.
Pocos datos hay más de Cremades, estrella del Salón Granados (1917-años sesenta). Las partidas de nacimiento destruidas en la Guerra Civil nos juegan aquí una mala pasada: no sabemos cuándo nació. Pero tampoco se registra la fecha de su muerte. Y eso que, tras la conflagración, siguió actuando: desde 1944 con la Selección Artístico-Alicantina, a partir de 1946 con su propia compañía. Hasta la mitad de siglo, como Torá, quien al fallecer (ya viuda), acumulaba actuaciones.
Los últimos carteles
La última actuación ‘grande’ consignada de Eduarda Torá fue el homenaje artístico que se le dispensa en el Teatro Principal a Arturo Lledó (1889-1943) el dieciocho de febrero de 1943. Lledó, uno de los ‘descubridores’ de la actriz, fallecía el trece de enero de ese mismo año, tras lo que las biografías describen como una “penosa enfermedad” que se le había declarado poco antes, en pleno triunfo sobre las tablas del Teatre de la Comèdia de Barcelona (1941-1960).
Según las reseñas, la carrera de Eduarda Torá, hasta el infarto que se la llevó, transcurrió ya entre el teatro semi-profesional o directamente ‘amateur’. No aparecen más composiciones que la música de los sainetes ‘Regal de mare’ (‘Regalo de madre’, 1930) y ‘La cigarrera’ (1930). Venían otras épocas, y la actriz de origen santapolero no estaba, quizá ni siquiera lo quiso, en aquel Madrid de comienzos de siglo.