Podemos imaginarnos la escena. Una reunión de amigos quizá en una veterana tasca de San Vicente, cerquita de la iglesia. “Che, per què no fem fogueres? Com les de les xiquetes”, diría uno. “Com les d’Alacant? Llavors aniran a Alacant, no a les nostres”, contestaría otro. “Home, no, un mes més tard”, razonaría el de siempre. En todo caso, de esta hipotética reunión ya han pasado años. Y de las Fogueres de San Vicente, setenta y cinco.
El sábado veintisiete del pasado junio hubo ya un adelanto de lo que vendrá. La Federación de Hogueras y Barracas organizaba un desfile desde la avenida de la libertad hasta el parque Juan XXIII, junto a la carretera de Agost. Servía, de paso, para estrenar el ‘Himne de les Fogueres i Barraques de Sant Vicent’, de la musicóloga Gala María de León-Giménez y la pianista y directora de coral Patricia Teresa Peinado Brotons, ambas sanvicenteras.
Las primeras chispas
Mitos aparte, ¿de dónde surge la idea de celebrar hogueras en el municipio? Se sabe que desde aquí se efectuaban (pese a tratarse de una población interior donde por otra parte también se agasaja a la marinera Virgen del Carmen) las mediterráneas quemas de muebles y enseres viejos a la luna de Sant Joan. No ha de extrañar que en 1947 se inicie la transformación, espejada en la contigua Alicante capitalina, a la fiesta actual.
Como allí, monumentos con alma de madera y entonces piel de cartón piedra y papel. Belleas del Foc, Damas (en ambos casos, mayores e infantiles), ‘plantà’, ‘cremà’, ‘mascletàs’… Toda una liturgia festera que se reproducía según cánones sembrados en Alicante, por Sant Joan, en 1928; y por Sant Josep, en Valencia oficialmente desde el siglo dieciocho. Empezó fuerte la fiesta, destinada ya a arraigar entre mimbres societales locales y más allá.
En junio se estrenó el ‘Himne de les Fogueres i Barraques’
Niñas pioneras
Aunque la reunión descrita al principio pudo haber tenido lugar perfectamente, lo cierto es que la fiesta ya había comenzado, según la Federació de Fogueres i Barraques, por la calle Alfonso XIII, como un juego de niñas que poco a poco fue evolucionando hasta la fundación oficial. Se construyó un monumento con cajas de zapatos, una ‘falla’ (así se llamaban también en Alicante ciudad antes de la Guerra Civil).
Según relata la Federació, desde el año posterior comenzaron incluso a utilizarse muñecas ‘peponas’ (de cara ancha, modeladas generalmente en cartón, triunfaron hasta bien entrados los cuarenta del pasado siglo). Para cuando llegó la conflagración, en 1936, ese mismo año se había erigido un monumento de arte efímero lo más parecido a los actuales, con estampas del vivir sanvicentero.
Los festejos comenzaron como un juego de niñas
Fechas a explicar
En la primera edición oficial plantaron cuatro hogueras: Carrer Major, Carrer Nou, Falla del Generalísimo (Ancha de Castelar) y l’Entrà del Poble (bueno, por la época se tendía a esconder el uso del valenciano, o cualquier otra lengua que no fuera el castellano, salvo que se tratase de apuntes folclóricos). Como en el diálogo imaginado, se buscó otra fecha para la celebración y así evitar que se solapase con las fiestas mayores capitalinas.
Según muchas guías y referencias, la fecha sobre la que debía orbitar todo era el 18 de julio, por obvios motivos coyunturales (comienzo de la Guerra Civil española) según unos, o por razones pretéritas según otros: por ejemplo, en ese mismo día, pero en el año 64, arde Roma en un gran incendio del que se acusa al emperador Nerón, quien por cierto fallece cuatro años después, quizá suicidado. Qué mejor recordatorio, pues.
Las principales celebraciones demuestran un fondo participativo
Espíritu asociativo
Pero en realidad ese revisionismo que se lee desde muy diversas fuentes quizá no tenga razón de ser. Las Fogueres materializan la ‘cremà’ el domingo siguiente al 16 de julio, día de la Virgen del Carmen, enlazando de curiosa forma agua y fuego en un ciclo festero que en estas tierras tiene a las ‘kábilas’ de los Moros y Cristianos, también Patronales, y las barracas de las Fogueres como principales enseñas de un espíritu festero marcadamente asociativo.
Este elemento resulta importante, más si tenemos en cuenta que San Vicente cuenta con un sinnúmero de partidas chaleteras, sembradas ya de ladrillo familiar desde los setenta y los ochenta, que llegado el verano se aplicarán a organizar a sus propias fiestas. El espíritu que preside las celebraciones principales se trasladará, así, a estos festejos más modestos, pero alentados por idéntico espíritu.
El programa de rigor
En este año de efeméride, por supuesto, la apuesta sube, y más en los dientes de sierra pos confinamiento, tras una ausencia festera de dos años. Hubo una exposición retrospectiva en mayo, habrá muchos más actos este julio, y hasta dos personajes que seguirán acompañando, Carmencita y Vicentet.
Pero en todo caso, el guion de base, bajo las novedades conmemorativas, será el ahora tan esperado: día a día, plantar barracas, las hogueras, ofrenda de flores, desfiles y ‘cremà’. Sin olvidarse de los pasacalles de rigor. De nuevo, vuelven pólvora y alegría a las calles. Con solera.