Son innumerables los ejemplos de elementos patrimoniales, históricos o culturales que se han perdido, o están en peligro de desaparecer, a causa de la ferocidad e intensidad con la que la sociedad de la Marina Baixa abrazó el desarrollo que supuso la explosión de la industria turística.
Por fortuna, las prioridades de esa misma sociedad, y la de Altea no es ninguna excepción, han ido cambiando con el tiempo y hoy en día la protección del territorio, sus usos y sus costumbres se ha colocado en el centro mismo de las prioridades.
Recurso turístico
No en vano, ese cambio de paradigma ha llegado de la mano de la misma industria que provocó ese desapego inicial por el pasado: el turismo. Hoy en día, ningún destino puede sobrevivir, en el competitivo marco internacional actual, ofreciendo únicamente sol, playa y gastronomía a buen precio.
El turista actual exige cada vez más servicios y experiencias. Hasta tal punto que lo que hasta no hace tanto tiempo se llamaba ‘oferta complementaria’ ha pasado ahora a ser uno de los motivos principales a la hora de elegir destino y, por ello, Altea, como tantos otros municipios, se han embarcado en la recuperación del patrimonio para, a través del mismo, enamorar a un mayor número de visitantes.
La iniciativa se basa en la recuperación de microviñas y cuenta con la dirección del reconocido viticultor Joan Cascant
Punto de partida ventajoso
La Villa Blanca, por fortuna, parte desde una posición privilegiada en ese sentido. El municipio nunca fue víctima, o al menos no de forma tan desaforada como otros destinos, del urbanismo más depredador que acabó por engullir para siempre, y de forma irremediable, auténticos tesoros del paisaje y del patrimonio a lo largo de toda la costa mediterránea.
Altea, es innegable, se olvidó de buena parte de su pasado; pero aquel no desapareció, sino que sólo quedó en barbecho esperando una nueva y mejor oportunidad, algo que parece haber llegado ahora, cuando es el propio mercado el que está exigiendo su puesta en valor.
El proyecto cuenta con la colaboración del ciclo formativo de agroecología del IES Bellaguarda
Pasado agrícola
Altea se ha propuesto recuperar, al menos, una parte de su pasado agrícola con la creación de un proyecto que, liderado por la concejalía de Medio Ambiente, busca recuperar el cultivo de la vid en el entorno del Molí dels Moros.
La iniciativa se basa en la recuperación de microviñas, cuenta con la dirección del reconocido viticultor Joan Cascant y la colaboración del ciclo formativo de agroecología del IES Bellaguarda, y empezó a germinarse hace ya casi dos años. En este enclave histórico del término municipal alteano, en una parcela adyacente al Molí, el pasado mes de junio se plantaron 600 cepas de la variedad Malvasía, pero también contempla la propuesta de recuperar la antigua variedad llamada Faranná habitual en nuestro territorio en el pasado.
«No se trata sólo de plantar viña, sino de recuperar valor en el territorio» J. Cascant
Recuperación patrimonial
Más allá de la futurible explotación vitivinícola, la experiencia puesta en marcha en la Villa Blanca busca, sobre todo, “contribuir y ampliar la recuperación patrimonial del Molí dels Moros a través de su vinculación con la agricultura y la viticultura”, tal y como explicó el edil del área, José Orozco.
De hecho, la actuación va más allá de un proyecto puramente ecológico; congrega varios actores clave en el mismo, como es “el conocimiento de Joan Cascant, el trabajo y disponibilidad de profesores y alumnos del ciclo formativo de agroecología del IES Bellaguarda y la voluntad del consistorio de recuperar la tradición, patrimonio y cultura local, en este caso agrícola”.
Vinculación con el terreno
Para Joan Cascant, la propuesta no trata “sólo de plantar viña, sino de recuperar valor en el territorio. En Altea hay esta voluntad y pensamos que recuperar una plantación tan antigua como ésta, junto al Molí dels Moros, es un reto interesante”.
El viticultor afirma que la recuperación “debe de ir más allá de cuestiones económicas, no sólo se han de buscar variedades estándar, sino las que se adapten al terreno y que tengan cosas que contar. Esta es una plantación no sólo agrícola, sino también medioambiental, de sostenibilidad, de cultura, de valor de la persona, de cambio de paradigma. No se hace vino para venderlo en cualquier sitio, sino que se hace vino para aportar valor”.
Por ello, Cascant destaca la importancia de la vinculación del IES Bellaguarda con la iniciativa, ya que son los propios alumnos del ciclo de agroecología los que han plantado las cepas. “Es una oportunidad para Altea muy bonita y capaz de reproducirse en otras parcelas, intentando que este mundo en el que vivimos sea un poco mejor”.