El gran público conoce la dureza de pruebas ciclistas como el Tour de Francia o la Vuelta a España, con etapas de montaña aptas únicamente para profesionales. Lo que desconocen es que existe otra, mucho más exigente, especialmente en el plano mental: la París-Brest-París, es decir, 1.219 kilómetros que se deben completar en menos de noventa horas.
Seis valientes corredores de la provincia de Alicante, cuatro de Gorga (José Luis Genís, Rafael Genís, José Font y Nadal Carreres), uno de Pedreguer (Fernando Sendra) y otro de El Campello (Vicent Alberola), pudieron realizar el recorrido en dos horas menos de lo estipulado, gestionando ellos mismos cuándo dormían, comían, paraban o descansaban.
La París-Brest-París, sumamente popular en Francia, se celebra desde 1891 cada cuatro años, “porque al finalizarla nadie quiere volver a hacerla, pero pasa el tiempo y te vuelve a picar el gusanillo”, explican nuestros protagonistas.
Iniciativa
Sendra, de 65 años, fue el verdadero impulsor para hacer esta carrera de resistencia, después de haberla hecho ya en otras ediciones, y se encargó de convencer al resto. “De inmediato te das cuenta de que la mayor parte de los participantes son de una edad avanzada”, apuntan con sorpresa.
Los seis comenzaron a competir en ‘brevets’, pruebas de ciclismo de gran fondo, de entre 200 y 1.200 kilómetros. La parisina es el decano de este tipo de competiciones y una muestra es lo bien organizada que está, “con todos los municipios volcándose en cualquier momento”.
Es, sin duda, la tradición de este deporte en Francia. “Lo viven como una fiesta para los ciclistas, muy bien preparada, en la que todos los municipios compiten entre ellos para ver quién lo decora mejor”.
Comenzó a disputarse en 1891 y se celebra cada cuatro años, con alrededor de 7.000 participantes
Ruta
La prueba para los alicantinos arrancó el 20 de agosto a las 19 horas desde Rambouillet, al sudoeste de París, después que la organización comprobara que este mismo año 2023 habían completado carreras de 200, 300, 400 y 600 km.
Es un recorrido básicamente llano, con ligeros repechos en el que participan siete mil corredores. Los seis valientes cumplieron una media de 23 km/h: “es otro tipo de ciclismo, más cómodo, en el que la dificultad reside en no poder apenas dormir y en la acumulación de kilómetros”.
También les proporcionaron un chip para “saber dónde te encuentras y comprobar que pasas por los puntos de control”. Les dieron, asimismo, un librito que debían ir sellando.
Los pueblos por donde pasa la competición compiten entre ellos para tener la mejor decoración
Anécdotas
Fueron numerosas las anécdotas que vivieron a lo largo de esas 88 horas, algunas sorprendentes, como la de quedarse dormido encima de la bicicleta. “Eso le pasó a un corredor de Alicante que conocimos en las pruebas previas y tuvo que abandonar”, lamentan.
El buen ambiente reinó entre los seis, incluso en los instantes más duros, el trayecto entre París y Brest que tuvieron que hacer sin descanso, más de quinientos kilómetros. “Ya en la comuna bretona pudimos dormir en una casa rural”, nos comenta Nadal.
Tuvieron entonces que acelerar el ritmo porque no cumplían con el horario marcado en el siguiente punto de control.
Esta prueba destaca por la perfecta organización, visible en todos los municipios por los que transcurre
Organización perfecta
La París-Brest-París sobresale por su perfecta organización, evidenciada en cada municipio por el que transcurre. “Te ofrecen de todo, a la hora que sea, y lo hacen además con mucho entusiasmo”, rememoran.
Las zonas de avituallamiento contaban con todo, también duchas y áreas de descanso. Los seis reconocen que tuvieron que dormir en los controles y, una noche, en la calle, pese al calor, porque “es sobre todo una prueba de supervivencia”.
Guardan un especial recuerdo de los breves minutos -no más de veinte- que tuvieron para dormir en Quedillac, en el kilómetro 842. “Me he dado cuenta de que quince minutos durmiendo te dan la vida”, confiesa Nadal.
Contaron con una furgoneta de soporte, que tuvo que desplazarse dos días antes desde Alcoy, para poder trasladar las bicicletas (junto a las de repuesto), recambios, sacos de dormir, alimentos, baterías…
Final
Durante los últimos 290 km pudieron relajarse y disminuir el pedaleo, conscientes de que les iba a sobrar tiempo. La conclusión de la prueba es también Rambouillet, al que llegaron con infinidad de heridas y llagas. “El camino es duro por la cantidad de horas que pasas sobre la bicicleta. Nos protegimos con un doble culotte”, explican.
Es, qué duda cabe, un reto personal, en el que cuenta más el desgaste mental, el sueño, que el físico. “Las piernas me respondían, pero controlar el sueño es muy complicado”, se sinceran.
Pese a las adversidades sufridas, ya tienen en mente su próximo reto, los más de 1.400 kilómetros de la Londres-Edimburgo-Londres, en agosto de 2025.